

Una amiga insiste en agrandarse las lolas. Otra se empeña en plancharse el pelo todos los días de su vida. Otra no sale de su casa sin maquillarse, JAMÁS. En medio de tanta locura por la estética me sentí un poco extraña, como en un mundo desconocido al cual no pertenecía o no debía pertenecer por no cumplir con las reglas de etiqueta para ser bella. Confieso que en medio de tanta banalidad muchas veces me sentí fea y disconforme con lo que Dios y mis padres me dieron, y renegué de varias partes de mi cuerpo que se empeñan en seguir como vinieron de fábrica. Pero siempre, una y otra vez, caí en el mismo pensamiento que se repetía en mi cabeza : ¿qué puedo hacer? nada; ¿qué quiero hacer? nada. Me niego a usar el secador cada vez que me bañe y no poder permitirme sentir mi pelo mojado en verano. Me niego a no comer más helado o a hacerlo con culpa. Me niego a dejar de lado aquella remera vieja que tanto me gusta porque ya pasó de moda. Me niego a desteñir mi pelo para alcanzar el rubio ceniza sólo porque algunos crean que es más sexy. Me niego a pensar que mis caderas son demasiado anchas y que nunca podré usar un jeen ajustado o una calza sin un remerón que me "tape". Cansada de ver como famosos y no famosos están disconformes con su cuerpo y rostro, empecé a investigar sobre el mundo de las cirujias estéticas. Lo primero que me llamó la atención es como pareciera que todas las mujeres siempre (¿siempre?) quisieron ser rubias, de labios gruesos y amplia delantera. Como si no bastara con estas "necesidades" físicas para ser bonita, también se le suma una nueva ola latina que demanda un voluptuoso pero firme trasero, dientes grandes y exageradamente blancos y así puedo seguir.... Decidí en mi búsqueda ir a la fuente del conocimiento del S.XXI: Google. Ahí me inundé de imagenes de caras famosas y extremadamente parecidas entre sí. Y es que entonces me dí cuenta del error que tal vez todos cometemos a la hora de juzgar a quien se operó o busca hacerlo y es la de la frase que dice "obsesión por la perfección". De más está decir que es estúpido y por otro lado inútil buscar la perfección en cualquiera de sus formas pero además, ¿quién dijo, me pregunto, que la perfección es de determinada manera? Aparentemente una gran parte de la población al menos Occidental ,cree que una nariz perfecta es chica y respingada, un pecho perfecto es grande, redondo y sin caída, una boca perfecta es la que ostenta labios gruesos, unos ojos perfectos son los alargados y si es posible claros, una altura perfecta es a partir del metro setenta, una contextura perfecta es la delgada, etc, etc, etc. Ahí es cuando todas las caras y cuerpos se parecen, cuando ya no distinguimos quién es o no real y cuando nos sorprendemos de haber descubierto que aquella persona que alzaba la bandera de la seguridad, antes, era literalmente, diferente.
Hoy insisto, me declaro diferente. Mi nariz es más grande de lo que la TV permite. Mi trasero es más abultado de lo que la pasarela requiere. Mi pelo es abundante, largo y oscuro y no tengo siquiera reflejos. Me gusta usar polleras cortas porque sé que mis piernas son bellas. Mi estómago no será chato, pero ostento en él un piercing al cual amo. Mis uñas son cortas porque elijo pintar y bailar por sobre la francesita. Mis labios son finos, porque los de mi marido son gruesos y entonces nos fundimos a la perfección. Porque la perfección, damas y caballeros, es otra cosa. Porque la perfección no tiene formas ni medidas y como diría Antoine de Saint- Exupéry, es invisible a los ojos.
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